lunes, 6 de agosto de 2007

PRECIO

Un amigo me había prestado su quinta para que pasara un fin de semana. Necesitaba reencontrarme. Era otoño casi por comenzar el invierno. Estaba solo, pero no por eso dejaría de disfrutar de un asado con todo, hecho en la parrilla del quincho del fondo de la propiedad. Una vez satisfecho, me dirigí a la casa a fumar una pipa al lado del fuego de un hermoso hogar. Me serví una copa de cognac; puse una suave música. De repente se encontraban dos atractivas mujeres sentadas en ambos sillones, cercanos a que yo estaba. Me dijeron que si estaba interesado en que me acreditaran una suma considerable de dinero. Siempre y cuando yo accediera a sus reclamos, cuando acudieran a la municipalidad. Me negué rotundamente! Aumentaron la cifra con un cero más. Me negué otra vez. Cuadruplicaron la suma. Y diciendo un rotundo no! Desaparecieron. . . Me serví otro cognac, cambié la música y al dirigirme al sillón. . . Tenía en frente otras dos damas, algo mayores que las anteriores. Hablaron sobre mi persona y detallaron todo lo que sabían. Diciendo que iban a difamarme y que no me querría ni un perro! A lo cual contesté yo, que dijeran lo que dijeran poco me importaba. Ya tenía fama de loco lunático y siempre fuí extravagante. Y al reirme desaparecieron. Prendí nuevamente la pipa y a la primer bocanada, detrás del humo divisé un par de jóvenes orientales. Muy bien vestidos, de negro y refinados. Me transmitieron que mi vida corría peligro en cada esquina; al subir al auto o mientras durmiera. Al mejor estilo "El Padrino"me hablaron, cadenciosamente. Les dije que era masoquista, y que habían copiado de mí para hacer la película "Rambo". Se me cayó la copa. Estaba algo mareado, enojado y divertido a la vez. Se esfumaron. Me serví nuevamente un trago y ahí estaban otra vez los orientales. Atacaron con todo. Al menos eso creían ellos. Me dijeron que mi esposa e hijos iban a sufrir las consecuencias! Que mi egoísmo les iba a dar un tremendo dolor a ellos y amí por no haber cedido. Mi carcajada fué tal, que desaparecieron en el aire. No sabía esta gente que yo era solo? Que no tenía precio para nadie? Que no era el dinero, ni la fama, ni los bienes, ni la familia, ni mi pellejo, en fin NADA, mi precio! Me desperté con un leve dolor de cabeza. Había estado soñando, después del opíparo asado que había comido. Tenía que decirle al partido que aceptaría la candidatura. Ja ja ja. No sabían el tipo al que habían elegido! ES ASÍ. DENME CIEN PERSONAS ASÍ, SIN PRECIO. Y LES CAMBIO EL MUNDO!!!